Lo reconozco, estoy enganchada, tengo Facebook, pinterest, instagram, varios
blogs…..
Estas nuevas tecnologías me permiten
estar conectada 24 horas y comunicarme con mis seres queridos y con compañeros
de toda Europa y a todas horas!
He tenido que limitar un poco mi
actividad ya que en ocasiones sentía que ponía más atención a las
actualizaciones que a lo que se contaba en la tertulia del café con mis amigas.
Los españoles compartimos esas ganas de
cambiar el mundo entre cervezas y eso también lo hemos llevado a nuestras
pequeñas ventanas al mundo y ocurre que me encuentro reflexionando en muchas
ocasiones acerca de dónde están los límites, de ética, de comportamientos
incorrectos, de casos de éxito en redes pero de fracasos personales y de un sin
fin de nuevas batallas que combatir a la hora del vermut.
El carácter público que ofrecen las redes
sociales ha cambiado la magnitud de la repercusión que obtenemos si lo
comparamos a la década que hemos dejado atrás.
La notoriedad tan difícil de conseguir en
el pasado ha encontrado caminos más accesibles por los que transitar.
Nuestras redes de contactos se han
quintuplicado y profesionales de todos los sectores se interconectan de manera
extraordinaria.
Proyectos que cobran vida y llegan a
nuestras pantallas como nunca lo habían hecho.
Los beneficios de esta nueva era son
indiscutibles.
Caminamos juntos construyendo nuevas
formas de comunicarnos y eso conlleva también la búsqueda de nuevos protocolos
y encontronazos con límites desconocidos que debemos trazar.
La libertad de expresión es un derecho
fundamental del ser humano pero en el momento en que entra en conflicto con
otros derechos se dibuja un límite que no debe ser traspasado.
El derecho al honor , a la protección de
la propia imagen, se ve vulnerado en las ocasiones en las que amparados por
nuestra libertad de expresión y sin haber visto ese límite que existe entre
ambos derechos, lanzamos comentarios, compartimos fotografías de los trabajos
de compañeros y comenzamos a destripar sus errores cual científico
diseccionando una rana con meticulosidad.
Ocurre que la falta de empatía y el
anonimato que nos amparan tras las pantallas de nuestros dispositivos
electrónicos, nos inducen a la sinceridad más cruel y desalmada. Nuestras
palabras jamás serían las mismas si tuviéramos a esa persona de frente.
Por ello es urgente que reflexionemos al
respecto.
Necesitamos cultivar nuestra expresión
escrita, nuestra comprensión lectora y sobretodo el respeto por los demás.
Me enseñaron desde muy pequeña que no
debo hacer a los demás lo que no me gusta que me hagan a mí. Los años me han
demostrado que el grado de tolerancia cambia según las personas y la frase se
queda incompleta ya que todos somos diferentes y todos sentimos con diferentes
intensidades lo que nos acontece. Es por ello que siempre debemos parar por un
segundo las palabras que raudas se acercan a nuestra boca y pensar antes de
permitir que produzcan un daño irreparable, porque como un sabio dijo una vez…
‘hay tres cosas que nunca vuelven atrás: la piedra tirada, la palabra
pronunciada y el agua pasada”
A seguir creando y compartiendo!!
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