“El maestro mediocre dice, el buen maestro explica, el
maestro superior demuestra, el gran maestro inspira”
William A.Ward
Desde mi pequeña ventana al mundo quiero reivindicar hoy el
papel del “aprendiz”.
Nuestro oficio se aprende con la experiencia, la parte
teórica es muy importante ya que necesitamos conocimientos químicos,
anatómicos, biológicos, fisionómicos, visagismo, finanzas, administración y
dirección de empresas, gestión y resolución de conflictos en equipo,
escaparatismo, geometría, matemáticas, protocolo y si me apuras psicología,
mecánica, fontanería y puericultura.
Las ordenanzas de los gremios obligaban a aquellos que
quisieran ejercer un oficio a pasar por un proceso de aprendizaje de 7 años de
duración. De la mano de su maestro el aprendiz se formaría en las artes de la
profesión para llegar a ejercer como oficial.
El sistema educativo actual se basa en conocimientos
teóricos y las prácticas se han reducido de tal manera que cuando alguien
obtiene un título se siente psicológicamente capacitado para llamarse así mismo
peluquero o barbero, pero realmente no es así.
Llega la realidad, llegamos tan verdes a los salones que
comienzan las aventuras de nuestra época de ayudantes, incluso de estilista jr.
ya que hay cadenas de peluquería que consideran que ya estás capacitado para empezar,
poco le importan a estas cadenas la calidad de sus servicios.
Mi reflexión es que quizás se forman a demasiados futuros
profesionales en las escuelas, quedan perdidos en un entramado laboral que los
utilizan como mano de obra barata útil solo para las labores más lejanas a las
actividades de dicha profesión.
Maestros hay muy pocos, y con maestros me refiero a oficiales
de peluquería y barbería que tomen de la mano a su aprendiz y lo guíen durante
su carrera profesional.
Creo que nuestro sector se vería beneficiado si esto
ocurriese, muchos de los actuales peluqueros han llegado a perfeccionar su
técnica en base a su propia experiencia y aprendiendo de sus errores. Sus inicios son lavando cabezas y barriendo,
sin que nadie les apoye en sus prácticas, ni siquiera tuvieron otras prácticas
que no fueran las de aplicar al llegar a casa lo que habían visto aquel día en
el salón. Pero todo cambia en la
trayectoria profesional cuando por fin encontramos a ese maestro ¿verdad?
Oigo a profesionales quejarse del intrusismo, de la falta de
profesionalidad de muchos, de las pocas ganas, de la poca motivación de los que
empiezan, y yo me pregunto… ¿Qué estamos haciendo mal?
Y creo que aquí encontramos una de las claves.
El aprendiz debe ser nuestra responsabilidad.
No escojamos a cualquiera, busquemos a aquella persona que
le brillan los ojos, que aunque se equivoca no pierde la sonrisa, al que le
pone ganas e interés, al que no se despega de tu lado cuando tiene ocasión
entre sus quehaceres diarios. A este prémialo con tu consejo, con tu tiempo,
permitiendo que poco a poco adquiera nuevas técnicas, que pueda practicar en
los horarios laborales (con sus propios amigos y familia!), infúndele ánimo ya
que lo más importante es que no olvides que tú una vez también fuiste ese
aprendiz.
Salvador seguí 2004 |
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